El abuso sexual infantil es uno de los crímenes más devastadores, dejando cicatrices profundas en el desarrollo psicológico de los menores afectados. Es común que la gente utilice los términos “pedófilo” y “pederasta” como si fueran sinónimos, cuando en realidad, aunque están relacionados, no significan exactamente lo mismo. En este artículo, nos proponemos esclarecer las diferencias entre pedofilia y pederastia, dos conceptos que, aunque entrelazados, tienen matices importantes que deben ser comprendidos.
La pedofilia, también conocida como paidofilia, es una parafilia, es decir, una desviación sexual en la cual una persona experimenta fantasías recurrentes y altamente excitantes donde el objeto de deseo es un niño o una niña prepúber. Estas fantasías, aunque pueden quedarse en el ámbito de lo imaginario, a menudo causan un gran malestar a quien las padece, y en algunos casos, pueden llevar a acciones concretas.
Para considerar la pedofilia como tal, es necesario que el sujeto tenga más de dieciséis años y que la persona que despierta su atracción sexual sea al menos cinco años menor. El pedófilo generalmente busca satisfacer sus deseos a través de imágenes pornográficas y la autoestimulación, sin necesariamente involucrarse en un contacto físico con el menor.
La pederastia, por otro lado, implica un paso más allá. Se refiere al abuso sexual de un menor por parte de un adulto. Este delito se manifiesta cuando el pedófilo lleva sus fantasías a la realidad, utilizando al menor como un objeto sexual en una relación donde existe una clara desigualdad en términos de edad, poder o madurez.
La pederastia es castigada por la ley debido a sus graves consecuencias para el desarrollo psicosocial y sexual del menor. Incluso si el niño consiente la relación, si está por debajo de la edad de consentimiento legal, el acto se considera abuso sexual y, por tanto, una violación. Sin embargo, no se considera abuso cuando la relación es entre adolescentes cercanos en edad, siempre que ambos tengan al menos trece años.
Ahora que hemos definido ambos términos, es más fácil ver en qué se parecen y en qué se diferencian. Ambos casos implican una atracción ilícita de un adulto hacia un menor, caracterizada por un interés romántico o sexual. Esta atracción debe ser persistente, manteniéndose durante al menos seis meses.
La gran diferencia radica en si esa atracción se convierte o no en acción. Mientras que un pedófilo puede limitarse a fantasías sexuales sobre menores, un pederasta actúa sobre esos impulsos, cometiendo actos sexuales. Es decir, no todos los pedófilos son pederastas, pero casi todos los pederastas son pedófilos, aunque existen excepciones de abuso donde el menor no es el objeto de una preferencia sexual predeterminada.
La pedofilia es una condición en la que la elección del objeto sexual está desviada, pero esto no exime de responsabilidad. La mayoría de los pedófilos son conscientes del daño que sus acciones pueden causar y saben que están cometiendo un delito grave. Por ello, las acciones derivadas de la pedofilia, como la corrupción de menores o la posesión de pornografía infantil, son punibles por la ley, y quienes las cometen suelen ser considerados plenamente responsables de sus actos.